- El
comienzo
Y la vida es
una aventura.
No dejes que
nadie te la estropee, es tuya, vívela. Vívela como si no hubiera mañana, vívela
intensamente, vívela sin esperar nada. Vive, porque vida, solo hay una.
Y los bosques
susurran, escucha, te están llamando.
Alargué la mano y apagué pesadamente
el despertador que tenía sobre la mesita. No tenía ninguna intención de
levantarme un sábado a las siete de la mañana, pero le había prometido a Vic
acompañarla a no sé qué sitio. Me incorporé, desperezándome exageradamente
mientras emitía un sonoro bostezo, antes de decidirme a salir de la cama. Miré
por la ventana. Nevaba. Me quedé mirando embobada como caía, hasta que el
sonido de mi móvil hizo que bajara de las nubes.
-¿Qué quieres ahora, Vic? ¿No es
suficiente castigo hacer que me levante un sábado a las siete de la mañana de
casa en pleno diciembre?-le solté de mala manera en forma de saludo mientras me
dirigía arrastrando los pies hasta el baño.
-¡Buenos días, gruñona!-me contestó
una cantarina voz al otro lado del aparato. Puse los ojos en blanco-¿Estás
lista ya? ¡A las siete y media paso a buscarte!-Y sin darme tiempo a contestar,
colgó.
Miré mi reloj. Las siete y diez.
Tenía veinte minutos para ducharme, desayunar y vestirme, así que me puse en
modo “como no esté a la hora Vic me arranca la cabeza” y en menos de quince
minutos ya estaba en la cocina bebiendo leche directamente del cartón. Me quedé
contemplando el cartón unos segundos. Mamá me habría reñido si me hubiera visto
haciendo esto. Sonreí amargamente antes de dejarlo de nuevo en la nevera; y
antes de salir de la cocina ya tenía a Vic llamando al timbre. Antes de que
insistiera más, corrí como una bala hacia la puerta, abriéndola de un tirón.
-¡Qué vas a despertar a mi
abuela!-dije a modo de saludo, con el ceño fruncido.
-Ups, lo siento… ¡Es qué estoy tan
emocionada! ¿Estás lista ya?-me miró de arriba abajo, con el dedo índice en los
labios y poniendo esa expresión en la cara de cuando está “dándole un repaso a
alguien”-¿Eso es lo qué vas a ponerte?-dijo al fin, con una mueca en la cara.
Titubeé un momento, mirando el
conjunto que había elegido, con una expresión de desconcierto en el rostro.
¿Qué tenían de malo mis pitillos, mis botas negras hasta las rodillas y mi camiseta
de los “Sex Pistols”?
-¿Qué…qué pasa?-le pregunté,
temerosa.
-Nada, nada, ya lo arreglaremos por
el camino- y sin más me cogió de la muñeca y empezó a estirarme. Tuve el tiempo
justo de coger mi bolso y abrigo y cerrar la puerta antes de ser arrastrada
escaleras abajo por una atarantada Vic.
-Pe…Pe… ¿Pero dónde vamos a estas
horas de la mañana?-bostecé una vez más, mientras entrábamos al taxi en el que
Vic había venido hasta mi casa.
-Ya lo verás-me dijo misteriosamente,
mientras se encaraba hacia mí, desabrochándome el abrigo e intentando quitarme
la camiseta.
-¿¡Qué haces loca!?-intenté
detenerla, mirando de reojo al conductor. Él ni siquiera se había percatado de
lo que estaba pasando en la parte trasera del taxi. Creo que ya estaba
acostumbrado a ver este tipo de cosas. O peores.
-Nada. Déjame a mí, que así no puedes
ir-insistió tirando aún más fuerte de la camiseta.
-¡No!-dije con voz firme-Antes quiero
saber que está pasando aquí-exigí, mirándola con el ceño fruncido.
Suspiró repetidas veces antes de
contestarme, nerviosa.
-Está bien…Allá va. Sé que es lo
último que quieres oír…Pero ya…ya han pasado tres años…-ya empezaba con el
temita de siempre. Que harta estaba de que todo el mundo intentara
recordármelo. Cuanto más intentaba olvidarlo, más insistía la gente en hacer
que lo tuviera presente constantemente-Y ya es hora de que salgas de tu
burbuja, Kat. Has cambiado. Desde entonces que no eres la misma-me dijo, con
los ojos llorosos.
-¿¡Cómo pretendes qué sea la misma!?
¡¿Quieres qué actúe como si no hubiera pasado nada?!-bramé, enfurecida. Ya
estaba harta. Había llegado al límite.
-¡Es lo que ellos querrían! ¡Qué
continuaras con tu vida! ¡Deja de culparte de una vez!-me respondió ella,
chillando, con lágrimas rodando por sus sonrosadas mejillas.
-¡Es qué fue culpa mía!-le contesté,
sin poder contener más las lágrimas-¡Si no hubiera sido por mi estúpido
concierto nada habría pasado!-Y era verdad. Si no les hubiera insistido tanto
en que tenían que llegar a tiempo, papá no habría corrido más de la cuenta. El
coche no habría derrapado por la tormenta. No…No se hubiera despeñado por el
barranco. Y ahora mis padres estarían vivos. Todo había sido por mi culpa.
-¡No, no lo fue!-soltó mi camiseta, y
giró la cara para observar por la ventana después de mirarme durante un breve
instante. Por el rabillo del ojo pude ver como se enjuagaba las lágrimas con la
manga del abrigo. Me sentí horriblemente mal. Vic. Mi amiga de la infancia. Y
la única que había tenido el suficiente valor de aguantarme después del fallecimiento
de mis padres. Todos los que creía mis amigos desaparecieron como el humo
cuando cambié, tan solo me quedaba ella. Suspiré repetidas veces antes de
quitarme la camiseta y tirársela a la cara.
-Venga, haz tu magia-miré hacia otro
lado mientras ella con una sonrisa de oreja a oreja se abalanzaba sobre mí
empezando a sacar una infinidad de cosas de su bolso. Me preguntaba cómo había
podido embutir todo eso ahí dentro. Me arregló el pelo, me maquilló, me puso
una camiseta de las suyas, y antes de que me diera cuenta me había transformado
entera.
-Ahora sí que sí- Me miró una vez más
de arriba abajo, con una sonrisa triunfal.
-Debo estar mortalmente tú-reí entre
dientes mientras la miraba-O sea, mortalmente pija-ella me miró mal unos
segundos mientras guardaba lo que le había sobrado de nuevo en su enorme bolso.
Yo lo miraba con recelo, como si fuera
el bolso de Mary Poppins y pudiera sacar de repente una percha o algo peor.
Nos quedamos en silencio un rato,
cada una mirando por la ventana, perdidas en nuestros pensamientos. Apoyé la
cabeza contra el cristal, sintiendo el frío contra mi frente, mientras pequeñas
lágrimas resbalaban por mis mejillas.
-Por cierto-le dije para salir de mi
ensimismamiento, enjuagándome las lágrimas mientras le pegaba un pequeño
puñetazo en el hombro para que me mirara-¿Dónde se supone qué vamos?-la miré
con curiosidad, estudiando su expresión, que de repente se había tornado
realmente nerviosa. Algo me olía mal. Realmente mal.
-¡No me odies por ello!-empezó a
decirme con una mirada suplicante al más puro estilo Vic. Parecía un jodido
perrito abandonado. Me entraron ganas de sonreír, pero en su lugar fruncí el
ceño, esperando su respuesta-Vamos…Vamos…A una audición-esto último lo dijo en
voz tan baja y tan deprisa que no entendí muy bien lo que había dicho. Esperaba
haber oído mal.
-¿Has dicho…Audición?- dije e voz
extremadamente baja, mientras notaba como el cabreo empezaba a inundar mi
cuerpo, rápida y ferozmente. ¿Pero en qué coño estaba pensando?
-Te he pedido que no me odies por
ello…-empezó a decir, adoptando una expresión de pánico en la cara.
-Eres lo peor- La miré fulminante
durante unos segundos antes de girarme mientras me cruzaba de brazos.
-¿Eso significa qué lo vas a
hacer?-se acercó, a mí, poniendo ambas manos en mis brazos cruzados, mirándome
con una sonrisa de oreja a oreja.
-Eso significa que iremos a ver y
luego ya decidiré si participo-giré la vista hacia la ventana una vez más,
dando a entender que era lo máximo que iba a conseguir. Captó la idea, porque
en seguida se volvió a recostar sobre su asiento; y por el rabillo del ojo
advertí la radiante sonrisa que le ocupaba todo el rostro. Idiota.
No tardamos mucho más en llegar, en
diez minutos ya nos encontrábamos en un edificio que yo no había visto en mi
vida, de tamaño bastante considerable, de un aspecto un tanto macabro, he de
añadir. Era de un color gris pálido, con
muchísimos carteles viejos y sucios pegados unos encima de otros. Se trataba de
un viejo teatro que nadie usaba desde hacía varios años, me dijo Vic, pero a mí
me daba la impresión de que no había sido usado desde hacía varias décadas por
lo menos.
-¿Estás segura de qué esto es en
serio y no es ninguna tomadura de pelo?-me giré a Vic después de mirar de
arriba abajo aquel destartalado teatro, con expresión desconfiada.
-¡Segurísima de qué es en serio!
Venga vamos-Y sin decir más me agarró del brazo arrastrándome hacia el interior
de aquel extraño edificio. Cuando entramos fue como cambiar de mundo. O incluso
de universo. Era simplemente precioso, todo brillaba y olía a nuevo. Podía
sentir el dineral que había costado todo esto a través de mis poros.
El techo era una cúpula enorme con
muchísimos dibujos que no logré identificar a causa de la distancia a la que
nos encontrábamos, y contaba con una lámpara de araña gigantesca que daba
muchísima luz. Era simplemente preciosa. Justo delante nuestra había una gran
escalera con una especie de moqueta de color rojo, dando un aspecto realmente
sofisticado a la sala. Las paredes
estaban repletas de cuadros de artistas famosos y de actuaciones que se habían
realizado en este mismo teatro.
Después de quedarme absorta durante
unos minutos por la belleza de aquella sala, me percaté en la cantidad de gente
que había aquí reunida. Todos parecían extremadamente nerviosos, dando vueltas
de un lado para otro, sin intercambiar apenas palabra con nadie. Me percaté de
que la mayoría de las personas que había eran chicas.
-¿Dónde se ha metido el género
masculino?-comenté a Vic, mirando por todos lados-Veo tres o cuatro tíos nada
más-.
-Esto…Es por el tema de la audición…-empezó
a decir, toqueteándose nerviosamente las manos.
-Suéltalo-le exigí, sin preámbulos,
dispuesta a largarme de ahí inmediatamente si no me gustaba lo que me tenía que
decir.
-Pues…verás…-empezó a decir, pero no
le dio tiempo a más porque de repente se abrieron las puertas que había después
de la escalera de la moqueta para dar paso a una mujer de un aspecto realmente
estirado, de rasgos notablemente orientales, dando varias palmas con las manos para
captar la atención de los presentes.
-Muchas gracias a todos y a todas por
haber asistido. Ahora los participantes me acompañarán para dirigirse detrás
del escenario. Después seréis llamados por orden alfabético para presentaros en
el escenario y mostrarnos lo que sabéis hacer. Mucha suerte a todos-Y tras esto
se giró después de hacer un gesto con la mano hacia nosotros para que la siguiéramos.
Me sentía como si fuéramos cerdos a los que iban a llevar al matadero.
Eché un último vistazo a Vic, que
levantó los brazos para animarme, sonriendo de oreja a oreja. Yo puse los ojos
en blanco como respuesta antes de seguir a los demás dónde había indicado la
mujer. Miré a las chicas que había a mi alrededor. Todas nerviosas, o estaban
en grupitos cuchicheando en voz demasiado baja como para escuchar lo que decían
o solas dando vueltas como unas locas, murmurando lo que supuse que sería la
letra de la canción. Yo me encontraba de lo más tranquila, ya que a Vic ni
siquiera le había dado tiempo a decirme por qué iba a competir. No intercambié
palabra con nadie, pero notaba la mirada de varias chicas que me miraban
extraño, como si no pudieran encajarme aquí.
Suspiré repetidas veces mientras me
acercaba a la cortina para ver qué estaba sucediendo en el escenario. Era la
tercera actuación, y parece ser que solo tenías que ir y cantar cualquier cosa.
Ni siquiera pensé en que canción iba a cantar, la tenía más que clara. Poco a
poco iban pasando las candidatas; algunas volvían llorando para abrazar a sus
amigas y otras con una sonrisa de oreja a oreja alardeando de lo bien que lo
habían hecho.
Y…Llegó mi turno. Me dirigí con
aspereza hasta el escenario, plantándome
en medio sin saber muy bien qué hacer o qué decir. No presté especial atención
a las personas que me observaban cómodamente desde las butacas. Vi que eran
tres. Una mujer y dos hombres, uno de ellos bastante joven, no aparentaba tener
mucha más edad que yo.
-Bien-dijo el hombre más adulto sin
tan siquiera mirarme-¿Cuál es su nombre?-preguntó con notable pereza.
-Kat-contesté simplemente.
-¿Y cuántos años tienes, Kat?-preguntó
esta vez la mujer. Era la misma mujer estirada de antes. Cambié el peso de un
pie a otro antes de contestar.
-Diecisiete-volví a contestar
secamente.
-¿Y por qué quieres ganar esta audición?-preguntó
esta vez el chico, echando el cuerpo adelante, mirándome con notable interés.
-No he dicho que quiera
ganarla-contesté sencillamente, antes de encogerme de hombros. Maldita Vic.
Juré matarla en cuanto consiguiera salir de aquí.
-¿Entonces por qué estás
aquí?-insistió el chico. La mujer le puso una mano delante, para hacerle callar.
Me miró una vez más antes de volverse a recostar distraídamente en su butaca.
-Puedes empezar cuando quieras-me
instó el hombre, con prisas.
Nos habían pedido que dijésemos las
canciones escogidas antes de presentarnos en el escenario, para que tuvieran
tiempo de prepararlas. Miré al hombre para darle la señal de que podía poner ya
la canción. Y sin más, una melodía que ya había escuchado tantas y tantas veces
invadió el escenario. Cerré los ojos
disfrutando de la música, preparando ya la letra en mi cabeza, dejando que todo
a mi alrededor desapareciera. Somewhere
only we know. Keane.
Sin abrir los ojos canté por primera
vez en mucho tiempo. Canté con toda la rabia y fuerza que mi garganta me
permitió. Canté por mamá. Canté por papá. Canté por Vic. Pero, sobre todo,
canté por mí. Solo quería desaparecer, dejar que la música me arrastrara y no
volver a sentir dolor nunca más. Cuando la canción se acabó y volví a abrir los
ojos, me di cuenta de que estaba llorando. Miré un poco aturdida a las tres
personas que me observaban. El hombre apuntaba algo en una libreta, muy
concentrado. La mujer se levantó e, inesperadamente, comenzó a aplaudirme. El
chico simplemente me miró con una sonrisa un tanto arrogante, que ignoré por
completo mientras me enjuagaba las lágrimas con la manga.
-Gracias, Kat-dijo el hombre sin
levantar la vista de la libreta. Capullo-¡Siguiente!-gritó. Vi como la mujer me
guiñó un ojo mientras me decía moviendo los labios sin emitir ningún sonido
“muy bien hecho”. Y yo pensando que era una pedante estirada. Esbocé una
sonrisa de lo más forzada antes de retirarme del escenario.
Cuando llegué vi como algunas chicas
me felicitaban, mientras otras con miradas de odio, me fulminaban. Sin hacer
caso de nadie, salí de ahí corriendo, sin poder contener las lágrimas. Corrí
sin mirar hacia donde iba, cuando de repente choqué con algo y me caí de culo.
Alcé la cabeza para ver quién se había interpuesto en mi camino, y lo primero
que vi fue aquella sonrisa arrogante de hacía un momento.
-¡Un poco más de cuidado, imbécil!-le
espeté mientras me levantaba del suelo.
-No era yo quien iba corriendo como
una loca sin mirar por donde iba-me contestó, poniendo los brazos en jarras,
riendo entre dientes.
-Capullo-le dije simplemente, dispuesta
a zanjar la conversación y seguir con mi camino.
-Espera-me dijo, cogiéndome del brazo
y obligándome a darme la vuelta-¿Acaso no sabes quién soy?-me preguntó
sorprendido.
-¿Acaso debería saberlo?-le pregunté
fríamente, deshaciéndome de su mano.
Ladeó la cabeza riendo alegremente
antes de contestar.
-Desde luego está claro que no sabes
por qué has venido-me dijo aún riéndose.
-¿Y a ti que te importa?-le contesté
antes de darme media vuelta y salir corriendo otra vez, sin darle tiempo a que
me contestara.
Me encontré a Vic fuera del teatro,
caminando de un lado a otro, diciendo cosas sin sentido en voz alta, como hacía
cada vez que estaba realmente nerviosa. Vino corriendo hacia mí en cuanto me
vio.
-¿Qué tal te ha ido? ¡Seguro qué
estupendo! Tienes una voz prodigiosa, desde luego. Siento no haber estado ahí,
pero creo que no hubiera podido resistir el impulso de ponerme a gritar y a
animarte como una loca-se disculpó, con una gran sonrisa. Puse los ojos en
blanco.
-¿Ya estás contenta?-le pregunté,
mientras cogía su bolso, dispuesta a recuperar mi ropa.
-¡Mucho! ¡Muchísimo!-me respondió,
dándome un golpecito en la cabeza.
-Oye, ¿y el por qué de esta audición
cuál es, si se puede saber?-le pregunté levantando la cabeza de su bolso para
mirarla.
-Ya lo
sabrás… Si ganas-me contestó enigmáticamente esbozando una de sus sonrisas. Una
de esas sonrisas que realmente me ponían los pelos de punta. Preveía que algo
malo iba a pasarme. Y, además, pronto.